domingo, 4 de enero de 2009

Egipto y sus gatos

A mucha gente le gustan los gatos, pero ningún pueblo ha querido más a los gatos que los antiguos egipcios. Fueron ellos los que comenzaron a domesticar estos animales hace más de 4 mil años.
En un principio los gatos fueron apreciados y domesticados porque mantenían alejadas a las ratas, serpientes y otras alimañas de los hogares y depósitos de alimento.
Pero muy pronto fueron más que simples mascotas útiles: se convirtieron en parte de las familias egipcias y hasta llegaron a ser venerados como semi-dioses.
Los egipcios creían que los gatos traían bendiciones a las casas de sus amos, por eso casi cada familia egipcia tenía uno en su hogar. Hasta donde se sabe, los gatos eran llamados miu o mii, tal como suena un maullido. Los felinos domésticos eran tan queridos, que comían igual o mejor que los miembros de la familia y había hogares donde el gato era el primero en comer. Los más estimados eran los negros, que eran extremadamente raros.

Tanto se apreciaba a los gatos que se consideraba que todos ellos eran propiedad del faraón, aunque éste permitía que los plebeyos los cuidaran. Los gatos incluso figuraban en la interpretación de los sueños, pues se decía que si un hombre veía a uno en sus sueños tendría una buena cosecha. Otro testimonio del amor de los egipcios a los gatos cuenta que, en una batalla entre persas y egipcios, el general persa ordenó a sus soldados arrojar gatos vivos por encima de la fortaleza de los egipcios. Se dice que los egipcios prefirieron rendirse antes que permitir que siguieran lastimando así a los gatos.

La veneración por los gatos se enlazó con la religión. El pueblo egipcio llegó a adorar a ciertos animales que se creía que encarnaban a dioses, como los cocodrilos, cobras, escorpiones, vacas, halcones y, por supuesto, los gatos. Hubo dos diosas gemelas, hijas del dios solar Ra, que se representaban con cuerpo de mujer y cabeza felina: Bastet y Sekhmet.


Bastet (también conocida como Bast, Pasch, Ubasti) tenía cabeza de gato negro y Sakhmet, cabeza de león. Ambas diosas representaban el balance entre el bien y el mal en la naturaleza humana. Sekhmet era una diosa violenta, fiera y destructiva, se asociaba con la guerra. Bastet, por el contrario, simbolizaba la fertilidad, maternidad, alegría, belleza, danza y placer. A ella se le atribuía el poder de hacer que crecieran las cosechas de trigo y cebada, así como la capacidad de proteger a los seres humanos de la enfermedad y los malos espíritus. A Bastet se le asociaba con el ojo izquierdo de Ra, del dios solar; Sekhmet era el ojo derecho.

La muerte de un gato era un asunto muy serio; cuando esto ocurría, sus dueños se rasuraban las cejas como señal de duelo. Además, mandaban embalsamar el cuerpo del gato para depositarlo en un algún santuario dedicado a la diosa-gato Bastet o en el cementerio felino de la ciudad de Bubastis.
A lo largo del Nilo se han encontrado muchos recintos funerarios con gatos momificados dentro de sarcófagos de terracota, de madera o de piedra con forma de gato.

El asesinato de un gato, incluso accidental, era considerado una grave ofensa que podía pagarse hasta con la vida del agresor. Se tiene noticia de un soldado romano que después de matar un gato fue linchado por los lugareños.

1 comentario:

Charlotte Sangre de Aventura dijo...

vaya... y pensar que yo tuve que abandonar a mi gata....